jueves, 3 de diciembre de 2009

Resonaría toda la noche en tu cabecita turbada las palabras que escuchaste en el teatro donde creciste escondiéndote entre bambalinas, jugando a ser lo que nunca fuiste capaz, dibujando sombras irregulares con la luz arrojada por los focos: “La tierra es grata para los que han amado mucho”.

Astillas en la garganta, artritis en el cerebro, Alzheimer en las costillas. Vacio. Espacio gris, insípido, frío, acorralado por voces inocentes tétricas. Trazos inquebrantables deambulan por todas las direcciones, sibilantes, manchando trapos con colores recién nacidos, lienzos entumecidos, incoloros. Vacios. Y yo en medio, ahogada, punteándome en el antebrazo que la tierra es grata para los que han amado mucho. Es alentadora la idea.

Patio de butacas solitario. Sentada en proscenio ojeas un libro en blanco, escuchas el eco de las hojas al pasar. Preguntas lanzadas a nadie con respuestas reveladas por otras preguntas, saltas apresuradamente y das una vuelta por minuto sobre ti misma, recordando el olor del perfume que llevaba en su chaleco gris. Y no sientes nada. Pero tranquila, la tierra es grata para los que han amado mucho, no para los que no han dejado de amar.

Mi vientre hueco taconea irrisoriamente y el paladar vuelve a saberme a rabia. Las tarántulas anémicas que tengo por manos cosen un nuevo cuerpo, ya mudé el antiguo y ahora yace detrás del telón, comido por ratas, deshabitado, se convertirá en polvo en menos de una semana. Podría enterrarlo, sería cómodo, la tierra es grata para los que han amado mucho. Para ti también lo será, tranquilo.

Camerino embarrado hasta el techo que mañana tendrás que limpiar. Una foto asfixiada debajo del agua. Sonrisas, vestidos nuevos planchados, peinados estudiados. Donde queda el delirio del final de la primavera, porque llegó el verano y la depresión sorda se apropió de tu alma, porque esperaste al otoño que prometió darte tregua en agosto, pero en el invierno era cuando el destino tenía fijado en ti la verdadera caída libre. Llena de barro hasta el techo tu vida. Fregonas y paños para borrar a aquellos que no han amado mucho. Para ellos la tierra no será grata, tranquila.

Telón raído por polillas de hace cincuenta años, cortina que en reiteradas ocasiones ha secado mis lágrimas de envidia, de aborrecimiento hacia toda la historia de la humanidad y hacia el espacio entre paréntesis que me ha tocado vivir. Telón raido por polillas de hace cincuenta años que ha secado mis lágrimas de desengaño. Me consuela y me susurra lo que tanto me repito, que la tierra es grata para los que han amado mucho, muy amable, la tierra, si, al recibir a los que han sabido amar de verdad. Para mí, para mí.

(Ahora un arlequín atiborrado de recuerdos vendrá para perseguirme, he escuchado sus diablas risitas entre las sombras del almacén de este viejo teatro lleno de telas y hierros oxidados)

1 comentario:

Anónimo dijo...

eres tan...especial...tan mágica...