miércoles, 15 de abril de 2009




No estoy loca.


Aislada en una celda donde las paredes son cada día más altas, arañadas por mis ya más que sangrantes uñas, imagino cosas que realmente me dan la vida. Imagino viajes inverosímiles, por Australia, por la luna o por el Polo Norte, montada en una tortuga que tiene tatuada una flor morada en el caparazón, y que me relata en francés sus ciento cincuenta y un años de bagaje solitario por todos los mares y océanos de la tierra.

Mientras que las luces de la habitación, encendidas veintisiete horas al día, van quemando muy poco a poco mis desorbitadas pupilas, imagino estar rodeada de muchas personas, con las cuales entablo conversaciones utilizando palabras imposibles de pronunciar, palabras que no dicen nada pero que transmiten todo de forma clara y sencilla.

Cuatro años nueve meses y quince días aquí encerrada. Completamente desequilibrada, pero nunca loca.

A veces bailo durante horas. Imagino las canciones más bonitas del mundo, imagino que soy una bailarina profundamente instruida en la danza, y antes de caer extenuada en una esquina de la acolchada habitación, oigo el estruendoso aplauso de un público que aúlla mi nombre, y que me hace sonreír dulcemente.

Y cuando me traen las gachas de todos los días a la hora de comer, insípidas, repulsivas, imagino que cada cucharada que tomo de ellas son exquisitos manjares cocinados en función de las recetas más sabrosas de la tierra.

Me encerraron aquí por imaginar, por tener una mente libre y colorida, juguetona, divertida, atrevida. “Estás loca” me decían una y otra vez... Pero en este sitio angosto lo único que puedo hacer es imaginar… este sitio fomenta mi imaginación.